Cuando el día ya no es día
Y la noche aún no llega,
-perfiles desdibujados,
cielo azul de luces trémulas-,
por las rutas del ensueño
van rodando las carretas.
Bajo el patio de las sombras
se entrecruzan las consejas:
héroes y aparecidos
de rondalla y de leyenda,
La Llorona y El Hermano,
El Cadejos y la Cegua
y la Carreta sin Bueyes
que arrastra son de cadenas…
El manto de la penumbra
Rasgan miles de luciérnagas.
De madrugada las yuntas
que están rumiando a su vera,
poco antes de ser uncidas
clavan los ojos en ellas;
su comprensiva mirada
largo rato las contempla
y al escuchar un cencerro,
pausadamente menean
el hisopo de la cola
y con vaho las inciensan.
Como una flor luminosa
se abre la mañana espléndida.
Ambulancias campesinas
hormigas de las cosechas,
cándidos lechos nupciales
y trashumantes viviendas,
se mueven siempre sin prisa,
-tarde o temprano se llega-,
y sobre el polvo o el barro
detrás de sí sólo dejan,
como las almas afines,
ondulantes paralelas.